Era el tiempo para llevar el Evangelio a otros lugares lejanos. Pablo y compañeros (Lucas, Silas y Timoteo) aceptaron y emprendieron viaje.“ Zarpando, de Troas, fueron rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; y de allí a Filipos, que es la primera ciudad de la provincia de Macedonia, y una colonia; y estuvieron en aquella colonia varios días, predicando y enseñando la Santa Palabra a todos aquellos que se reunieron con ellos.”
Cuando llegaron a Macedonia iniciaron la predicación del Evangelio. Un grupo de mujeres solía reunirse para estar juntas en oración, entonces se unieron a ellas, y les hablaron de la palabra del Señor. Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura de la ciudad de tiatira, que adoraba a Dios, estaba oyendo; y el “Señor abrió el corazón de ella” para que estuviese atenta a lo que Pablo decía. Lidia recibió alegremente la verdad y también su familia, y fueron bautizados rogando a ellos que se hospedaran en su casa.
Luego cuando ibamos a la oración (narra Lucas), nos salió al encuentro una muchacha que tenía espíritu de adivinación, la cual daba “ gran ganancia ” a sus amos, adivinando. “ Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, daba voces, diciendo: Estos hombres son siervos del Dios altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación. Y esto lo hacía por muchos días; mas desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el Nombre de Jesucristo, que salgas de ella. Y salió aquel espíritu de aquella joven, inmediatamente.” Lo que estaba sucediendo era que el espíritu maligno
trataba de distraer las mentes de los oyentes, sembrando confusión a la palabra de Dios predicada por Pablo y compañeros. Muchos eran “inducidos” a creer que los siervos hablaban con el mismo espíritu que ella tenía. Pero Pablo, lleno del “ Espíritu Santo reprendió a aquel mensajero ” de las tinieblas. Una vez liberada del mal espíritu, ésta mujer decidió seguir el camino del Señor. Pero sus
amos cuando vieron que su “negocio” por medio de ella se les había terminado, se enfurecieron y acusaron a los misioneros ante los magistrados diciendo: “ Estos hombres, siendo judíos alborotan nuestra ciudad, y enseñan costumbres que no nos es lícito recibir y hacer, pues somos romanos. y el pueblo se vino contra ellos; y los magistrados ordenaron azotarles.” Luego, de recibir “muchos
azotes” los metieron en la cárcel. Y le encomendaron al carcelero una maxíma seguridad, metiéndolos en las celdas de más adentro y les aseguró los pies con el cepo. Sin embargo, a pesar de estar tan lastimados y todavía inmovilizados por el cepo (era un madero grueso que tenía los usos más crueles), a eso de la media noche los apóstoles oranban y cantaban himnos al Señor ; y los otros presos oían. “ Estos hombres estaban acostumbrados a oir blasfemias y maldiciones, pero nunca antes habían escuchado a nadie estar tan gozosos; menos en las condiciones tan crueles que tenían a estos presos.” Guardianes y presos asombrados no podían comprender, cómo ellos se regocijaban ante la adversidad. Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal magnitud que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron. Despertando el carcelero, y viendo abiertas las puertas de la cárcel, sacó la espada y se iba a matar, pensando que los presos habían huído. Mas Pablo clamó a gran voz, diciendo: No te hagas ningún daño, pues todos estamos aquí. El entonces, pidiendo luz, se precipitó adentro, y temblando, se postró a los pies de los siervos; y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: “ Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa.Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y enseguida se bautizó él con todos los suyos.”
Temprano por la mañana los guardianes dijeron a los magistrados lo que había sucedido durante la noche, ellos se “alarmaron y enviaron a los aguaciles para que soltaran” a Pablo y a Silas. Pero Pablo les dijo: “Después de azotarnos públicamente sin sentencia judicial, siendo ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel, ¿y ahora nos echan encubiertamente? No, por cierto, sino vengan ellos mismos a sacarnos.” Y los aguaciles hicieron saber estas palabras a los magistrados, los cuales tuvieron miedo al oir que ellos eran ciudadanos romanos. Los magistrados tratando de aplacar a Pablo por su “enérgica posición,” y con temor de que este asunto llegara hasta el emperador, fueron enseguida a la cárcel y pidieron “disculpas” a los misioneros; y les “rogaron” que se fueran de la ciudad. Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los consolaron, y continuaron su viaje a otras ciudades continuando su trabajo misionero.