Cristo es ya de entrada presentado como el Salvador, y no sólo como un Maestro, amigo o modelo de conducta. El ángel dice a José: “Llamarás su nombre Jesús (Jehová salva), porque El salvará a su pueblo de sus pecados”. Zacarías bendijo al Señor por haber levantado “un poderoso Salvador” ( Lucas. 1:69 ). No hay salvación en nadie más ( Hch. 4:12 ). Jesús es el autor de nuestra salvación (Hch. 2:10; 5:9). Dios envió a Su Hijo como Salvador del mundo (1 Juan. 4:14), no para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por El (Juan. 3:17; 12:47). El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Lucas. 19:10); vino, no para perder las almas de los seres humanos, sino para salvarlas (Lc. 9:56). La verdadera dicha es alcanzada por aquellos que pueden exclamar: “Sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo, el Cristo” (Lc. 4:42).
En el Nuevo Pacto, el término de la salvación se aplica casi exclusivamente a la redención y salvación eterna. La salvación viene de los judíos (Juan. 4:22). El Evangelio es la palabra de salvación predicada en todo lugar (Hch. 13:26; 16:17; 28:28; Efesios1:13); es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree (Ro. 1:16). La gracia de Dios es la fuente de la salvación (Tito. 2:11), que está en Jesucristo (2 Timoteo 2:10). Dios nos llama a que recibamos la salvación (1 Ts. 5:9; 2:13). Es confesando con la boca que llegamos a la salvación (Ro. 10:10); tenemos que ocuparnos en nuestra salvación con temblor y temor (Fil. 2:12). Somos guardados por el poder de Dios mediante la fe para alcanzar la salvación (1 Pedro 1:5,9). Mientras tanto, esperamos al Salvador, Señor Jesucristo ( Fil. 3:20 ), por cuanto se acerca el momento en que se revelará plenamente la salvación conseguida en el calvario (Ro. 13:11; Apoc. 12:10). No escapará el que menosprecie una salvación tan grande ( Hebre. 2:3 ). Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por los siglos Amén (Judas 1:25).