Muy atentos todos aquellos nuevos creyentes comenzaron a escuchar las palabras que el apóstol traía para ellos, y luego Pedro inició su predicación: “Dios envió mensaje a los hijos de Israel, anunciando el Evangelio de Salvación por medio de Jesucristo; éste es Señor de todos.” Vosotros sabéis que lo divulgó por toda Judea, comenzando desde Galilea, después del bautismo de Juan: “Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con Poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Y nosotros somos testigos de todas las cosas que Jesús hizo en Judea, Jerusalén y por todos los lugares que El anduvo predicando su Santo Evangelio: a quien mataron colgándole de un madero. A éste levantó Dios al tercer día e hizo que se manifestase; No a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había ordenado de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con él después que resucitó de los muertos.Y nos mandó que“predicásemos al pueblo, y testificásemos” que él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y de muertos. De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados en su nombre.”
Mientras Pedro predicaba y miraba los rostros atentos de aquellas personas, comprendió el significado de la visión que había tenido, y en su interior ardía la palabra que estaba presentando. De repente e inesperadamente el Espíritu Santo cayó sobre todos aquellos fieles oyentes. “Mas los judíos que habían acompañado a Pedro, quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban otras lenguas, y que magnificaban el Santo Nombre de Dios.” Entonces respondió Pedro: ¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros? Y mandó a bautizarles en el nombre del Señor Jesús.
El amor y la misericordia de Dios también hizo participantes de Su santa Palabra, a todos aquellos que estaban alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo (Efesios. 2:11-22).