Y por la mano de los apóstoles se efectuban muchas señales y sanidades en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. Fue así, como los discípolos predicaban valientemente
la Santa Palabra, en aquellos lugares de Jerusalén; dominados por los enemigos del Evangelio. El poder y la “unción del Espíritu de Dios se manifestaba” constantemente: e investía a los discípulos con señales y milagros, y aumentaban los que creían; así, de hombres como mujeres. Todos los enfermos “ eran sacados en sus camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos.” También de ciudades vecinas a Jerusalén, traían afligidos por espíritus inmundos; y todos ellos eran sanados en el Santo Nombre de Jesús de Nazaret.
Los sacerdotes y gobernantes veían como crecía la iglesia cristiana, y cómo el nombre de Jesús era ensalzado. Celosos y encolerizados oían a los discípulos afirmar que Cristo había resucitado. Los saduceos (no creen en la resurrección) temerosos de que su sexta se extiguiera, y los fariseos furiosos de las nuevas enseñanzas (eliminar las ceremonias judáicas e invalidar los sacrificios), decidieron unirse; y usando la violencia pusieron en la cársel nuevamente a Pedro y a Juan.