Pedro y Juan ante el Concilio (Hechos. 4:1-22)

 Mientras Pedro hablaba: “ llegaron sobre ellos los sacerdotes el jefe de la guardia del templo, y los saduceos, resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.”  Recordemos que estos sacerdotes habían divulgado por todos los lugares que alcanzaron a llegar, que los discípulos mientras la guardia romana dormía, robaron el “cuerpo del Señor Jesús” y lo escondieron. Se disgustaron cuando oyeron a Pedro y Juan testificar y asegurar, la resurrección, de aquel a quien ellos habían asesinado. La secta “saducea” estaba muy “afectada”  (esta secta no cree en la resurrección), y convinieron con los fariseos, apresar a los apóstoles y encerralos en la cárcel, para interrogarlos al siguiente día, devido a lo avanzado de aquella tarde. Pero muchos de los que habían oído la predicación, creyeron; “Y el número era como cinco mil.” 
   Al siguiente día, los presos fueron traídos ante la presencia del concilio,  formado por el  sumo sacerdote Anás, Caifás, Alejandro y Juan, y todos los demás sacerdotes.  “En aquel mismo lugar Pedro había negado a su Señor, él recordaba aquel acto vergonzoso, y esta era su oportunidad de redimir su cobardía.” Comenzaron a interrogar a los acusados acerca de la curación del cojo, y preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto? Pedro, con valentía y lleno del poder del Espíritu Santo, les repondió:  Gobernantes del pueblo, y  ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de que manera éste fue sanado, sea notorio a todos vosotros, y a el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él éste hombre está completamente sano.“Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual es puesta por cabeza de ángulo. Y en ningún otro hay salud; porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”  
   Aquellos hombres se habían figurado que los discípulos estaban temerosos por comparecer ante el tribunal del sanedrín, por lo contrario, hablaron con firmeza y valentía, y se enfrentaron a todas las acusaciones que ellos les hacían. Trataron de  “intimidarlos”  pero no lograron absolutamente  nada, salieron de aquel lugar, con fortaleza y decisión de predicar la palabra por todas partes.