Apariciones del Señor Jesús después de Su Resurrección

Muy de mañana, el primer día de la semana , dos grupos de devotas mujeres galileas se dirigieron a la tumba para ungir el cuerpo de Jesús, con vistas a Su sepultura definitiva. El primer grupo estaba compuesto por María Magdalena, María madre de Jacobo, y Salomé. (Marcos. 16:1). Juana y otras mujeres no nombradas formaban el segundo grupo. El pasaje de Lucas. 24:10  menciona el relato dado por todas estas mujeres. El primer grupo vio la piedra desplazada lejos del sepulcro; María Magdalena creyó que el cuerpo de Jesús había sido quitado, y corrió para decirselo a Pedro y a Juan (Juan. 20:1,2). Luego, al entrar en el sepulcro las otras mujeres vieron a un ángel que les anunció la resurrección de Jesús, y les dio orden de llevar la nueva noticia a los discípulos (Mateo. 28:1-7; Marcos. 16:1-7). Es de suponer que al apresurarse a reunirse con ellos, se encontraron con el otro grupo de mujeres, y volvieron todas  juntas a la tumba, donde dos ángeles les repitieron solemnemente que Jesús no se hallaba ya entre los muertos, sino entre los vivos (Lucas. 24:1-8). Saliendo del sepulcro, corrieron hacia Jerusalén para anunciar estas nuevas. Por el camino, Jesús se apareció a ellas (Mateo. 28:9,10). Durante este intervalo, María Magdalena había ya informado a Pedro y a Juan que el sepulcro estaba vacío; los dos discípulos fueron allí corriendo y vieron que que era así como se les había dicho (Juan. 20:3-10). María Magdalena los había seguido, ellos salieron del huerto, pero ella permaneció allí; y Jesús se apareción ante ella (Juan. 20:11-18). Finalmente, todas las mujeres se runieron con los discípulos, dándoles la maravillosa noticia. Pero la fe de los discípulos en la resurrección no debía basarse sólo en el testimonio de las mujeres. En el primer día de la semana, el Señor apareció a Simón Pedro (Lucas. 24:34; 1Corintios. 15:5), después a dos discípulos que se dirigían al pueblo de Emaús (Luc. 24:13-35); aquella misma tarde, Jesús se presentó a los apóstoles, en ausencia de Tomás (Lucas. 24:36-43; Juan. 20:19-24). Esta vez comió delante de ellos, para demostrarles la realidad de Su resurrección corporal. Los discípulos permanecieron en Jerusalén, en tanto que Tomás persistía en no creer lo sucedido. Luego, ocho días  después, Jesús apareció de nuevo para dar prueba de Su resurrección al apóstol incrédulo (Juan. 20:24-29). Es entonces, por lo que parece, que los apóstoles se dirigieron a Galilea. El Evangelio habla de siete de ellos que pescaban en el mar de Tiberias, cuando el Señor se les apareció (Juan. 21:1-25). Les dio también una cita en el monte de Galilea; es allí que les confió la Gran Comisión, prometiéndoles Su poder y Su continua presencia (Mateo. 28:16-20). Los quinientos discípulos de los que habla 1Corintios. 15:6 es probable que asistieran a esta solemne reunión. Más tarde el Señor apareció también a Jacobo (1Corintios. 15:7), pero los Evangelios no registran el sitio exacto. Finalmente, Jesús envió a los apóstoles a Jerusalén, y los condujo al monte de los Olivos, en un lugar desde donde se divisaba Betania; después de dialogar con ellos, fue alzado, y le recibió una nube que lo ocultó de sus ojos (Marcos. 16:19-20; Lucas. 24:50-53; Hechos. 1:6-11). Así, el Nuevo Testamento menciona diez apariciones del Salvador Resucitado, a las que Pablo añade su encuentro con el Señor Jesús en el camino de Damasco (1Corintios. 15:8). Pero es indudable que hay otras apariciones que no quedaron registradas. Según Hechos 1:3, “después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indudables, apareciéndoseles durante cuarenta días”. Sin embargo, ya no se mantuvo constantemente en contacto con Sus discípulos como antes; si se   manifestaba ante ellos en ciertas ocaciones (Juan. 21:1). Los cuarenta días entre la Resurrección y la Ascensión fueron un periódo de transición, destinado a formar a los discípulos en vista del futuro ministerio que iban a asumir. Había necesidad de que Jesús demostrara claramente, en diversas oportunidades, que había realmente Resucitado.Ya se ha visto anteriormente que estas pruebas las dio de una manera plena y concluyente. El Señor tenía que completar Sus enseñanzas sobre la necesidad de Su muerte y sobre el carácter de la Iglesia que iba a establecer mediante el ministerio de ellos. También tenía que mostrar a Sus discípulos cómo Su obra era el cumplimiento de Las Sagradas Escrituras; también era éste el momento para empezar a hacerles comprender que se avecinaba una nueva dispensación. Antes de la muerte de Jesús, los Suyos no estaban preparados para recibir la enseñanza (Juan. 16:12). También las experiencias durante aquellos cuarenta días ayudaron a los discípulos a reconocer que, aunque ausente, “ Su Señor estaba vivo, y muy cercano a ellos, ” aunque invisible; que había entrado en una vida nueva, con un cuerpo como aquel en el que le habían conocido y qué, además, había sido Glorificado. Así, los Suyos fueron llevados a proclamar por todo lugar la divinidad del Unigénito Hijo, del verdadero Rey de Israel, también el hombre de Nazaret, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.