Esteban, era un joven judío muy familiarizado con la gente de oringen griego, y la relación que tuvo con ellos le permitió predicarles el Santo Evangelio. Participaba en discusiones públicas con maestros y doctores de la ley, que trataban de “eliminarlo” de la contienda. Pero, dotado de gran sabiduría se enfrentaba con valor, lleno del poder del Espíritu de Dios. Con firmeza y “denuedo” combatía aquellos ataques que le hacían los rabinos, y siempre salía airoso (éste joven conocía las profecías y también todo lo relacionado con la ley).
El Señor Jesús durante Su ministerio les dijo a Sus discípulos: Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan (Lucas. 21:14 - 15 ).
Primero con Cristo, luego con los apóstoles, y poco después con los discípulos: Estos gobernantes y rabinos lleños de odio y de rencor, continuaban anidando en su corazón aquella sed de venganza y decidieron eliminarlo matándolo. Entonces sobornaron a un grupo de gentes para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y contra Dios. Una vez el sanedrín reunido en pleno, acusaba a otro siervo de Jesús. Con testigos falsos y mentiras trataban de engañar al pueblo, porque esa era la única arma con la cuál podían condenar al acusado. Mientras esto estaba sucediendo, un “ fulgor de brillante luz iluminaba el rostro” de Esteban, y todos atónitos lo contemplaban y, “ todos los que estaban en el concilio, puestos los ojos en él, vieron su rostro como el rostro de un ángel.”