En aquellos días, como creciera el número de los discípulos (nuevos creyentes que recibián instrucción de los apóstoles), hubo murmuración de los griegos contra los hebreos, de que sus viudas eran desatendidas en la distribución diaria.
En aquel entonces en Jerusalén vivían gentes de diferentes nacionalidades, cuyas costumbres diferían entre ellos. Los griegos (conocidos también como helenitas) y los judíos estaban enemistados, no así, aquellos que habián aceptado el Evangelio predicado por los apóstoles. “ A estos creyentes los unía una verdadera amistad sin importarles las diferencias existentes, todo lo compartían afectuosamente. Sin embargo, la crítica de algunos que adversaban la fe cristiana se hizo presente, causando problemas a estos discípulos del Señor.”
Entonces los apóstoles guiados por el “Espíritu Santo” convocaron a la multitud de discípulos, que estaban trabajando bajo la dirección de ellos, y les dijeron: “No es justo que nosotros dejemos de predicar la Palabra de Dios, para servir a las mesas ( lo que querían aquellas gentes, era que los discípulos hicieran una obra cumunitaria; en vez de “predicar” la palabra de Dios). Buscad, pués, hermanos, de entre vosotros a siete varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo. Y nosotros persistiremos en la oración y en el ministerio de la Palabra.” Agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes orando impusieron las manos.Y crecía la Palabra del Señor, y el número de los “nuevos discípulos” se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos sacerdotes obedecían la fe.
Sin duda alguna, el crecimiento espiritual de la iglesia primitiva fue notorio, ya que día a día se unían todos aquellos que querían ser salvos; y al vez con un corazón dispuesto predicaban la Santa Palabra del Señor.