La Tentación

Jesús no debía abordar Su ministerio antes de estar suficientemente preparado. Sabiendo cuál era Su llamamiento, siguió de inmediato la  inspiración  del Espíritu, que lo llevó al desierto, sin duda para entregarse a la meditación y a la comunión con Su Padre Celestial. Satanás se presentó entonces, intentando desviarlo de Su misión, tratando de hacerle actuar mediante el egoísmo y ambición. Los discípulos debieron conocer acerca de estos hechos a travez del mismo Jesús. No se puede dudar de la intervención personal del tentador, ni de la realidad de la escena que nos ha sido descrita (Mateo. 4:1-11; Lucas. 4:1-13); es cosa a señalar además que el poder de la tentación residía en la sutileza con que el mundo fue presentado a Jesús como más seductor que una vida de obediencia a Dios, y cuyo final, desde una perspectiva naturalmente humana, sería trágico. La prueba duró cuarenta días; plenamente “consagrado al destino de humildad y de sufrimientos” que sabía que era la voluntad de Dios para el Mesías y, Jesús volvió al valle del Jordán.