Dios anuncia los juicios sobre la casa de Elí

Es evidente que el aposento de dormir del anciano sacerdote estaba bastante cerca del lugar donde dormía Samuel, y el joven estaba acostumbrado a ser llamado de  noche. Tres llamadas sucesivas dirigidas al joven, convencieron a Elí del carácter divino del que había hablado, y por lo tanto exhortó a Samuel  a poner atención reverencial al mensaje. La sustancia del mismo era una extraordinaria advertencia de los juicios que venían sobre la casa de Elí; y el anciano sacerdote habiendo sacado el doloroso secreto del secillo joven Samuel, exclamó: “Jehová es; haga lo que le pareciere”. Con este humilde espíritu de sumisión, y sin murmuración, debemos recibir las dipendaciones de Dios por severas y aflectivas que sean. Pero, formar una opinión del lenguaje y conducta de Elí en esta ocasión, tenemos que considerar la abrumadora acumulación de juicios pronunciados contra él, sus hijos, sus descendientes, su altar y su nación. Ante semejante amenaza, él manifestó una piedad y mansedumbre maravillosas. En su carácter personal parece haber sido un hombre bueno, pero la conducta de sus familiares era notoriamente reprobable; y aunque sus infortunios apelan a nuestra simpatía, es imposible aprobar o defender el proceder débil e infiel que trajo sobre él estas adversidades por el juicio retributivo de Dios. 
   Cuando Samuel llegó a ser un joven de más edad, todo Israel, de Dan hasta Beerseba, reconocía que era un profeta, porque el Señor se lo reveló en Silo (1S. 3:20,21). Poco después caía el juicio predicho sobre la casa de Elí y Israel: los dos hijos de Elí murieron sobre el campo de batalla, los los filisteos se apoderaron del arca, y Elí murió al saber lo sucedido (1S. 4:1-22). Los filisteos tuvieron que devolver el arca a los israelitas, sin embargo, ante las plagas enviadas por Dios, quedó depositada en Quiriat-jearim, en casa de Abinadab. El nivel espiritual del pueblo era entonces sumamente bajo y desastroso. 
  Después de la muerte de Elí, Samuel ejerció la autoridad, y se esforzó en rectificar las costumbres; veinte años después de la restitución del arca, había llegado a conseguirlo en cierta medida. Convocó entonces a los israelitas a Mizpa, cerca del lugar de donde había sido arrebatada el arca del pacto. El profeta les ordenó confesar sus pecados, ayunar delante de Jehová e implorar Su misericordia. Mientras el profeta Samuel ordenaba la casa de Dios, los filisteos iniciaron un nuevo ataque, pero Jehová-Dios los sorprendió enviando una terrible tormenta, sufriendo así una gran derrota. Por lo tanto, mientras el profeta Samuel estuvo al frente de los israelitas, los filisteos renunciaron a seguir atacando al pueblo de Dios. Jehová le dió el privilegio a su siervo Samuel de ungir a dos reyes. El primero fue Saúl, pero por su desobedencia fue rechazado por Dios. El segundo fue el joven David, hijo menor de Isaí, que fue ungído por el profeta samuel por mandato de Jehová-Dios. 
                                                                 FIN