Epístolas Paulinas

                                   Epístola del Apóstol Pablo a los Romanos 

                                                    Comentario General    

   La autenticidad de esta Epístola nunca fué puesta en duda, goza del testimonio no interrumpido de toda la antiguedad, hasta Clemente; uno de los mayores colaboradores del apóstol. 
   Hasta la fecha de su redacción el apóstol Pablo nunca había estado en Roma ( Ro. 1:11-15 ). El apóstol se encontraba en vísperas de su visita a Jerusalén, a donde llevaría una ofrenda a los cristianos necesitados, de parte de las iglesias de Macedonia y Acaya, después de la cual pensaba hacer una visita a Roma de paso para España (Hech. 15:23-28). La Escritura nos indica que llevó consigo dicha ofrenda desde Corinto hasta Jerusalén.En esta ocación lo acompañaron desde Corinto Timoteo, Sosípater,Gayo, y Erasto que son mencionados en ésta Epístola por el apóstol Pablo cuando la escribió (Ro. 16:21-24). También indica que Gayo, era horiundo de Corinto (Cor.1;14), y Erasto, era “tesorero de la ciudad” (Ro. 16:23). Posiblemente Febe, fue la portadora de esta Epístola, ella era diaconisa de la iglesia de Cencreas, el puerto oriental de Corinto (Ro. 16:1). Juntando estos datos, es imposible resistir al convencimiento, en el que concuerdan todos los estudiosos, de que en Corinto fue el lugar donde se escribió la Epístola, y de allí fue enviada a su destino probablemente a principios de la primavera del año 58 dC. 
   El fundador de esta iglesia es desconocido. El que debiera su origen al apóstol Pedro, y que él fuera su primer obispo, aunque lo pretende una antigua tradición y lo enseña la iglesia de Roma como un hecho indubitable, está refutado por la más clara evidencia y es idea abandonada también por romanistas sinceros. En tal suposición, ¿cómo hemos de explicar el que circustancia tan importante la pase en silencio el historiador de los Hechos (Lucas), no sólo en la narración de las labores de Pedro, sino también en la llegada de Pablo a la Metrópoli, y en el recibimiento de  “hermanos manos” romanos que fueron hasta la plaza de Apio y Las Tres Tabernas al encuentro de Pablo, y en la de sus enseñanzas por dos años en Roma? ¿Y cómo, consecuentemente con su principio declarado de no edificar sobre fundamento ajeno (Ro.15:20), podía él expresar su ardiente deseo de ir hasta ellos, para tener algún fruto entre ellos también, así como entre otros gentiles (Ro.1:13), si todo el tiempo sabía que ellos tenían por padre espiritual al apóstol de la circuncisión  (Pedro) ? ¿Y cómo, en aquel supuesto, es que no hay salutaciones para Pedro entre las muchas que hay en esta Epístola?  O si se puede pensar que se sabía que Pedro estaba en otra parte en aquel tiempo. ¿Cómo es que en todas las Epístolas que nuestro apóstol escribió después desde Roma no aparece ni una sola alusión a tal origen de la iglesia Romana? Las mismas consideraciones parecerían  probar que esta iglesia no debía su origen a ningún obrero cristiano prominente; y esto nos trae a la muy debatida cuestión: 
   ¿Para que clase de cristianos fué destinada principalmente: judaicos o gentiles? Que residía en  Roma a esta sazón gran número de judíos y de prosélitos(covertidos) judaicos, es bién sabido por todos los conocedores de los escritores clasicos y judíos de aquel tiempo y de periodos subsecuentes  inmediatos; y que los que ellos estuvieron en Jerusalén el día de Pentecostés (Hec.  2:10), y probablemente formaron parte de los tres mil en aquel día convertidos, llevarían consigo a su regreso a Roma las buenas nuevas, no puede haber duda. Ni faltan indicaciones de que algunos de  los incluídos en las salutaciones de esta Epístola ya eran cristianos de larga actuación, si bien no eran de los primeros convertidos a la fe cristiana. Aun otros que habían conocido al apóstol en otra parte y que, si no le debían a él su primer conocimiento de Cristo, probablemente habían sido objeto de sus ministraciones, parecen haberse encargado del deber de alentar  y consolidar la obra del Señor en la capital. Así que no es improbable que hasta la fecha de la llegada del apóstol la comunidad cristiana de “Roma” dependiera de creyentes deseosos de aumentar el número de miembros, ayudados por las visitas ocasionales de predicadores prosedentes de lugares cercanos; y se  puede suponer, por las salutaciones del último capítulo,que hasta aquel entonces estaba la iglesia en una condición menos organizada, pero no en una condición menos “floreciente” que algunas de  las demás iglesias a las que el apóstol ya había dirigido sus Epístolas. Cierto es que el apóstol les escribe expresamente como la iglesia gentílica (Ro. 1:13-15; 15:15-16); y aunque está claro que había cristianos judíos entre ellos, y todo argumento presupone un íntimo conocimiento de parte de lectores con principios destacados del Antiguo Testamento, esto fácilmente se explicará suponiendo que la mayor parte de ellos, antes de conocer al Señor, habían sido gentiles prosélitos de la fe judaica y habían entrado al circulo de la iglesia cristiana por la puerta de la “antigua dispensación” (excilio).