La iglesia griega reconoció la epístola como paublina

Las supuestas características alejandrinas (que son más bien “filonistas” ) de la epístola, se deben probablemente al hecho de que los hebreos estaban generalmente “imbuídos” de las formas de pensar alejandrinas de Filón, etc., y Pablo sin colorear ni alterar la verdad envangélica, “a los judíos, se hacía (en estilo) como judío, para ganar judíos”  (1 Corintios 9:20). Esto explicará el que fué reconocida como epístola de Pablo unánimemente en las iglesias alejandrina y jerosolimitana por los hebreos, a los probables destinatarios de la epístola. Ni un “padre griego atribuye” la epístola sino a Pablo, mientras que en las iglesias occidentales y latinas, a las que tardó en visitar, se dudó por mucho tiempo de que fuera de Pablo, debido a su “ forma anónima y a su estilo  en general” menos distintivamente paulino. La razón por no aceptarla como paulina, ni como canónica, en los primeros tres siglos, fué negativa; no así la positiva. La evidencia positiva estuvo siempre a favor de que Pablo fué su autor intelectual. En las iglesias latinas, debido a la distancia de los destinatarios hebreos, no había ninguna tradición generalmente aceptada sobre el particular. La Epístola era en efecto poco o nada conocida, por lo cual hallamos que no hay  mención alguna de ella en el canon de Muratorio (Decreto, norma relativa de la fe o a la disciplina religiosa). Cuando al fin, en el siglo cuarto, los latinos supieron que era tenida por paulina y canónica por buenos motivos en las iglesias griegas, la reconocieron universalmente como tal. Todas las noticias personales favorecen la redacción paulina, que son: su intención de visitar en breve a los hebreos, junto con Timoteo, a quien titula “nuestro hermano” (Heb. 13:23) ; su presente encarcelamiento (Heb. 13:19) ; su anterior detención en Palestina, de conformidad con nuestra versión (Heb. 10:34); las salutaciones enviadas a ellos de parte de los creyentes de Italia (Heb. 13:24). La razón de no preponer el nombre puede explicarse por el carácter “retórico de la Epístola”, que indujera al “autor” a omitir la forma  ordinaria de inscripción epistolar.