Ofrenda de una mujer pobre

Una costumbre judía es que a los cuarenta días de nacido un niño tiene que ser llevado al templo (es el cumplimiento de la ley dada por Dios a Moisés. Lv. cap.12). María hizo sus ofrendas de purificación para presentar al recién nacido al Señor (Lc. 2:21). Esta expresión significa que todo primogénito israelita tenía que ser rescatado al precio de cinco siclos de plata (Núm. 18:15-16). También la madre tenía que ofrecer holocausto en sacrificio de acción de gracias. María ofreció la ofrenda de los pobres: Un par de tórtolas, o dos palominos (Lv. 12:18). En esta forma quedó manifiesto la modestia económica de esta familia. Pero el Mesías a pesar de su humildad, no pasó desapersivido. Un anciano muy consagrado a Dios llamado Simeón, guiado por el Espíritu Santo se dirigió hacia el santuario, y al ver al Niño lo tomó en sus brazos. Dios le había prometido que no moriría antes de haber visto al Mesías prometido. Simeón dió las gracias a Dios, y profetizó que su vida sería gloriosa y trágica (Lc. 2:25-35), y Ana anciana profetiza dió testimonio que el Cristo había venido (Lc. 2:36-38). 
   Poco tiempo despúes de estos acontecimientos, llegaron procedentes de Oriente, unos extraños personajes(los magos) preguntando por el rey de los judíos que acaba de nacer. Es posible que estos hombres habían escuchado de aquellos judíos dispersos por Oriente, que estaban esperando un rey, que debería nacer en Judea y liberar a la humanidad. Dios por alguna razón muy poderosa les dió una señal en el firmamento (una estrella muy brillante), anunciándoles de ante mano este gran acontecimiento. Llegaron preguntando por el Rey para adorarle. Oyendo esto el malvado rey Herodes se turbó, y convocando a los sacerdotes y escribas les preguntó donde había de nacer el Cristo. Entonces ellos le dijeron: En Belén de Judea. Herodes envió allí a los magos, pero haciéndoles prometer que le informaran quién era ese Niño, para él también ir a adorarle (este malvado rey Herodes planeaba asesinar al Niño Jesús). En el camino los magos volvieron a ver la estrella, que se detuvo en la ciudad de Belén y sobre el lugar donde se encontraba el Niño. Cuando vieron al Niño Jesús, lo adoraron y le ofrecieron algunos regalos que ellos le traían (inciencio,mirra y oro). El inciencio es la ofrenda que corresponde a Dios, el oro, la imagen del tributo debido a un Rey, y la mirra, la profecía de los sufrimientos del Mesías (Juan 19:39 , Mateo 26:12 ; Lc. 24:1).