Pablo ante el rey Agripa (Hech. 26:1-32)

  Como Pablo apeló a César, Festo tuvo que aceptar la petición del apóstol. Pero pasó algún tiempo para poder enviarlo a Roma, “ ya que se encontraban en proceso la deportación de otros reos” que también iban a ser juzgados en aquella ciudad imperial. Esta  espera dio la portunidad de que Pablo testificara nuevamente esta vez ante el “ rey agripa y su mujer,” que recién habían llegado. 
   Pasados algunos días, el rey Agripa y Berenice vinieron a Cesarea para saludar a Festo. Y como estuvieron allí muchos días, Festo expuso al rey la causa de Pablo, diciendo: Un hombre ha sido dejado preso por Felix, respecto al cual, cuando fui a Jerusalén, se me presentaron los principales sacerdotes y ancianos de los judíos, pidiendo condenación contra él. A estos respondí que no es costumbre de romanos entregar alguno a la muerte antes que el acusado tenga delante de sus acusadores, y pueda defenderse de su acusación. Festo continuó relatando la historia de todo lo sucedido en aquel juicio, y se dio cuenta que todo aquello era asuntos relacionados con  la religion judía, ya que Pablo afirmaba y defendía que Jesús era el Hijo de Dios, que había muerto, para salvar a toda la humanidad del pecado, y que Dios lo levantó de los muertos; y está a la diestra del Dios Supremo en la mación Celestial. 
   Luego que Festo terminó de relatar la historia, el rey Agripa se interesó tanto que dijo: Me gustaría escuchar a ese hombre. y él le dijo: Mañana lo oirás. Al siguiente día, viniendo Agripa y Berenice con mucha pompa (como se reciben a los grandes y poderosos) y entrando en la audiencia con los tribunos y principales hombres de la ciudad, por mandato de Festo fue traído Pablo. Festo inició la asamblea y luego presentó a Pablo diciendo: Rey Agripa, y todos los varones reunidos con nosotros, aquí tenéis a este hombre, respecto del cual toda la multitud de los judíos me ha demandado en Jerusalén y aquí, dando voces que no debe vivir más. Pero yo hallando que ninguna cosa digna de muerte ha hecho, y como él mismo apeló a Augusto César, he determinado enviarle a él. Como no tengo cosa cierta que escribir a mi señor, le he traído ante vosotros, y mayormente ante tí, oh rey Agripa, para que después de examiarle, tenga yo qué escribir. Porque me parece fuera de razón enviar a un preso, y no informar de los cargos que haya en su contra. “Aquel siervo de Dios envejecido y cansado por las calamidades pasadas en prisión  y también durante su ministerio, se presentó ante el rey; éste acompañado de gentes ricas y poderosas de la ciudad de Cesarea.”