Rescatados del Horno de Fuego

   El rey Nabucodonosor por medio del profeta Daniel había recibido valiosa información, de todos aquellos acontecimientos que se iban a desarrollar en el futuro. Luego, de todos los cambios de gobiernos y reyes en las diferentes épocas, Jehová-Dios levantará un reino que nunca jamás será destruído: ni será dejado el reino a otro pueblo; el cual desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero el permanece para siempre. 
   Cuando el rey se enteró reconoció también el poder de Dios cuando dijo: “Ciertamente tu Dios es el Dios de dioses, y Señor de reyes, y el que revela los misterios. Por algún tiempo el rey estuvo influenciado por lo acontecido en aquel sueño y temeroso por el poder de Dios; pero la vanidad y el poder que ejercía, lo llevaron a ensalzarse a si mismo. Poco tiempo después e influenciado por los paganos sabios de su reino, y aquellas palabras pronunciadas por Daniel: “Tu eres aquella cabeza de oro” impactaron en su mente idólatra, y le propusieron que hiciera una imagen similar a la que había visto en aquel sueño, pero que significara el poder de él. El rey Nabucodonosor con sumo agrado mandó a construir una imagen superior a aquella que vió en su sueño, pero diferente, ya que ésta era completamente de oro maciso; y significaba el poder de Babilónia. 
   Poco tiempo después llegó el día de la inaguración de la nueva imagen pagana de Babilónia, y muchos pueblos y naciones allí reunidas esperaban aquel ceremonial momento, y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de bosina, de flauta, de tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoraréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor a Levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo.  
   Los tres jovenes hebreos Sadrac, Mesac y Abed-nego, malisiosamente fueron acusados por los sabios caldeos (éstos estaban celosos por las posiciones que los hebreos ejercían) de no acatar las órdenes emanadas por el rey. Estos fueron ante Nabucodonosor que celebraba jubiloso aquel gran día pagano, y le dijeron: “ Rey para siempre vive.... Hay unos varones judíos los cuales pusistes sobre los negocios de la provincia de Babilónia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni tu estatua de oro que hoy has levantado.  
   El rey Nabucodonosor con ira y con enojo ordenó que trajesen a los muchachos hebreos, y les preguntó: ¿ Es verdad, que han desobedecido mis ordenes y no se han postrado ante la estatua de oro que he levantado? Los jovenes respondieron: Es verdad, pero ante ninguna estatua; jamás nos postraremos. El rey muy enojado dijo: ¿y qué dios será aquel que los libre de mis manos? Los jovenes respondieron: He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, él nos librará. Lleno de ira y de coraje Nabucodonosor ordenó que se calentara el horno al máximo (siete veces mas de lo acostumbrado), y mandó a hombres vigorosos de su ejército que los atasen para echarlos en aquel horno ardiente ( las llamas y la fuerte temperatura, mató a los soldados del rey), y luego, los tres jovenes hebreos cayeron dentro, y sorprendido el rey exclamó: ¿No echaron tres varones atados dentro del fuego? Y los del consejo respondieron: Es verdad, oh rey; entonces turbado el rey exclamó: “He aquí yo veo a cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir daño alguno; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses”. Entonces el rey Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno y llamó a los jovenes: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Poco después los jovenes salieron de en medio del fuego.“ Y sorprendidos los sápratas, los gobernadores, los capitanes, y los consejeros del rey, miraban como el fuego no había causado ningún daño a los fieles Hijos de Dios.” 
   Aquella costosa imagen de oro maciso a partir de aquel momento quedó olvidada, porque el rey y su comitiva tuvieron que reconocer el poder Supremo del Gran Dios de los Cielos. El rey Nabucodonosor ante aquellos paganos e idólatras de su nación exclamó: “Bendito sea el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió a su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes que servir y adorar a otro dios, ya que solamente ellos sirven al verdadero Dios del Cielo.” El rey hizo un nuevo decreto y dijo: “que todo pueblo, nación o lengua que blasfemare contra el Dios de los hebreos, sea descuartizado y su casa convertida en modular; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste gran Dios.”