Segundo Sueño de Nabucodonosor

Que te echarán de entre los hombres, y con las bestias del campo será tu morada, y con hierba del campo te apacentarán como a los bueyes, con el rocío del cielo serás bañado; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que conozcas que  Después de algún tiempo de haber sucedido los acontecimientos antes narrados, el rey volvió de nuevo a cambiar su mentalidad. Las conquistas logradas lo llevaron a engrandecerse de nuevo y sentirse que él era completamente invensible. La ciudad de Babilónia vino a ser una de las maravillas del mundo antiguo, y lleno de orgullo y vanidad descuidó aquella relación que había conseguído con Dios. 
   Previniendo y tratando de ayudar espiritulmente Jehová-Dios le envió otro sueño al orgulloso rey. Nuevamente tuvo otra visión mientras dormía, y en esta ocación vió un árbol gingantesco que crecía en medio de la tierra, y su altura se elevaba hasta los cielos y se alcanzaba a ver desde los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se anidaban a su sombra animales del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y se mantenía de el toda carne. 
   Mientras Nabucodonosor contemplaba aquel majestuoso árbol, vió que “un vigilante celestial’ descendía del cielo y clamó a gran  voz: “Derribad el árbol, y cortad sus ramas, quidad el follaje, y dispersad su fruto; váyasen los animales que están debajo de él, y las aves que anidan en sus ramas. Mas las cepas de sus raíses dejaréis en tierra, con atadura de hierro y de bronce entre la hierba del campo; sea mojado con rocío del cielo, y con las bestias sea su parte entre la hierba de la tierra. Su corazón de hombre sea cambiado, y le sea dado corazón de bestia, pasen sobre él siete  tiempos. La sentencia es por decreto de vigilantes, y por dicho de los santos la resolución, para que conozcan los vivientes que el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y que a quien él quiere lo da, y constituye sobre él al más bajo de los hombres.” 
   El rey muy perturbado una vez mas se equivocó llamando a magos y adivinos, y aunque esta vez el recordaba todo detalle, ellos no pudieron darle ninguna interpretación.
   Daniel acudió al llamado del angustiado rey, y con mucha paciencia escuchó el relato de aquel nuevo sueño enviado por Dios. “Por espacio de una hora el profeta estuvo meditando,” devido que para él el sueño y su significado eran bastante claros. Nabucodonosor rompió el silencio y le dijo: “Beltsasar, no te turben el sueño ni su interpretación.” 
   El profeta Daniel por fin accedió a contestar la interpretación de aquel profético sueño y dijo: “Señor mío, el sueño sea para tus enemigos, y su interpretación para los que mal te quieren.” Daniel sabía que él tenía la obligación de decirle al rey el castigo que vendría sobre él, por causa de su arrogancia y orgullo. También debía interpretarle en forma clara, para que el rey comprendiera; aquella sentencia de castigo que Dios había hecho caer sobre él. 
   Luego, mas calmado sabiendo lo que en un futuro cercano iba a suceder, le dijo: El árbol que viste, que crecía y se hacía fuerte, y cuya copa llegaba hasta el cielo, y que se veía desde todos los confines de la tierra, cuyo follaje era hermoso, y su fruto abundante, y en el había alimento para todos, y moraban los animales del campo, y en cuyas ramas moraban las aves del cielo, tú mismo eres, oh rey, que crecistes y te hicistes fuerte, pues creció tu grandeza y ha llegado hasta el cielo, y tu dominio hasta los confines de la tierra. “Y en cuanto lo que vió el rey, un vigilante y santo que descendía del cielo y decía: Cortad el árbol y destruidlo; mas la cepa de sus raíces dejaréis en tierra, con atadura de hierro y de bronce en la hierba del campo; y sea mojado con el rocío del cielo, y con las bestias del campo sea su parte, hasta que pasen sobre él siete tiempos; esta es la interpretación, oh rey, y la sentecia del Altísimo, que ha venido sobre mi señor rey: Que te el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y que da a quien él quiere.” Y en cuanto a la orden de dejar en la tierra la cepa de las raíces del mismo árbol, significa que tu reino te quedará firme, para que así reconazcas que el que Gobierna es el Dios del Cielo.      
   Después de haberle interpretado el sueño Daniel exhortó al rey, y le rogó: “ Por tanto, oh rey, acepta mis consejos; tus pecados redime con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad.”   
   Por un corto tiempo Nabucodonosor puso en práctica los consejos del profeta, pero cuando una persona no ha sido transformada por la gracia de Dios, su orgullo y altivéz vuelven a sobresalir de nuevo. Esto sucedió con este rey, no hubo un arrepentimiento, y olvidándose de la misericordia de Dios usó sus talentos para ensalzarse y vanagloriarse a si mismo. 
   Al cabo de doce meses paseándose por el palacio de Babilónia y con mucha presunción dijo: ¿No es ésta la gran Babilónia que yo edifiqué para la casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? No había terminado de decir aquellas palabras, cuando vino una voz del cielo: “A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes del campo te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere.”  
   Aquella profecía se cumplió porque Nabucodonosor no quiso confiar en Dios. El Señor por largo tiempo esperó (Dios no obliga a nadie, nosotros elegimos nuestro propio destino) pacientemente, pero el rey creyéndose invensible se enalteció, y al instante fue castigado perdiendo la razón (Dan. 4:28-33). 
   Durante largos siete años anduvo andrajoso y en un estado deplorable (el mismo lo buscó). Sin embargo, humillándose ante Dios y alzando sus manos al Cielo pidió misericordia, y recobrando sus facultades nuevamente fue restablecido en su reino con mas poder y grandeza que antes (Dan. 4:34-36).    
   El rey Nabucodonosor exclamó: “Ahora yo alabo y glorifico al Rey del Cielo, porque todas sus obras son verdaderas, y sus caminos justos; y él puede humillar a los que andan con soberbia (Dan. 4:37).  
   Tiempo después el rey Nabucodonosor murió, y el reino de Babilónia pasó a ser gobernado por sus sucesores: Su hijo Nabonido y su nieto Belsasar (Jeremías. 27:7).