El discípulo Ananías enviado a orar por Saulo

La mente de Saulo se iluminó y comenzó a recordar todo lo relacionado a las profecías de las Sagradas Escrituras, donde los santos profetas anunciaron todo lo concerniente a la crucifixión, resurrección y ascensión del Mesías Prometido. Aquellas últimas palabras pronunciadas por el mártir Esteban, vinieron a la mente  de Saulo cuando dijo: “He aquí veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está sentado a la diestra de Dios” (Hech. 7:55,56). Los sacerdotes habían declarado blasfemas aquellas palabras, pero ahora Saulo sabía que eran verdad.
   Luego cuando se desvaneció la luz, Saulo se levantó pero estaba privado de su vista. En vuelto en tinieblas y llevado de la mano por sus compañeros fue metido en la ciudad y dejado en la casa de un discípulo llamado “Judas”, donde en la soledad tuvo la oportunidad de reflexionar y orar. 
   Tres días estuvo el joven Saulo meditándo y orando “sin comer, ni beber” solamente en oración, recordando el martirio de Esteban, y muchos otros que injustamente fueron ejecutados por ser seguidores de un Cristo que vino a salvar al mundo y darnos la vida eterna. Algún tiempo después, mientras Saulo continuaba en oración en casa de “Judas,” el ángel del Señor apareció en visión a un “fiel discípulo llamado Ananías,” y le dijo: que Saulo de Tarso estaba orando y necesitaba ayuda. “Levántate, y ve a la calle, que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo de Tarso; porque he aquí, el ora, y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista. 
   Entonces Ananías respondió: Señor, he oído de muchos acerca de este hombre, cuantos males ha hecho a tus santos en Jerusalén; y aun aquí tiene autoridad de los principales sacerdotes para prender a todos los que invocan tu nombre. El Señor dijo: Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de los reyes, y de los hijos de Israel; porque Yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre.
   Fue entonces Ananías como el Señor le ordenó, y le dijo: El Señor Jesús que se apareció por el camino me ha enviado para que orando y poniendo mis manos sobre tí, recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Inmediatamente recobró la vista y fué bautizado por el Espíritu Santo.