Jerusalén la Ciudad Santa

David hizo de Jerusalén la capital del reino, y emprendió la tarea de hacer de ella el centro religioso de la nación. El arca no tenía morada desde que el Señor había abandonado Silo, y el rey la llevó a Jerusalén, haciendole un tabernáculo decoroso y reunió cantidades inmensas de materiales valiosos para la construcción de un santuario (2 Samuel caps. 6,7). Luego su hijo Salomón construyó el espléndido y magnífico templo, rodeándolo de murallas, que le dieron aspecto de una fortaleza, y se construyó además un palacio que igualaba al templo en esplendor (1Reyes caps. 6,7). Pero, bajo el reinado siguiente, Sisac (Tutmose III) rey de Egipto penetró en Jerusalén, llevándose los tesoros del Templo y del Palacio real (1Reyes 14:25-27); después de más de 80 años, asaltantes árabes y filisteos saquearon la ciudad (2Crónicas 21:17). A pesar de estas vicisitudes, el pueblo judío siguió adelante; demostrando fortaleza (2Reyes 20:4 ; 22:14).   
   Luego, después de los saqueos ocurridos, los reyes de Judá Uzías y Jotam repararon todas las areas destruídas, y aumentaron las defensas, construyendo nuevos torreonos (2Cr. 26: 9 ; 27:3). Posiblemente tuvieron que reparar muchos daños causados no solo por la guerra, sino también durante el reinado de Uzías hubo un “terremoto de alta magnitud” (Zacarías 14:5). Los israelitas del reino norte, aliados con los sirios, “asediaron la ciudad durante el reinado de Acaz,”   pero fué en vano (2Reyes 16:5). Este rey de Judá (pagano) entregado a la idolatría, después del asedio no hizo nada para quitar cierta prácticas paganas, y ordenó el cierre del Templo  (2Reyes 16:14 ; 2Cr. 28:24 ; 29:7). Ezequías volvió abrir el Templo, estableciendo el culto; sin embargo, para detener el ataque asirio, les tuvo que entregar el tesoro real, el del Santuario, y las planchas de oro de que estaban revestidas las puertas del Templo. Pero esto sólo fué un alivio pasajero, porque al final los ejércitos de Asiria pusieron sitio a Jerusalén (2Cr. 29:3 ; 2Reyes 18:15, 16). Sin embargo, el ángel del Señor azotó al ejército enemigo, librando a Jerusalén de una manera prodigiosa (2Reyes19:35). Cuando Manasés (sucesor de Ezequías, “idólatra” ) volvió de su cautiverio en Babilonia, construyó más murallas y mejoró las fortificaciones (2Cr. 33:14).  
   La ciudad de Jerusalén fue atacada y destruída varias veces durante los reinados. No obstante, a pesar de los reveses, el pueblo y sus dirigentes lograron restaurarla y mantenerla en condiciones. Además de ser una de las ciudades más antiguas del mundo, Jerusalén tiene el privilegio de que es la ciudad “indestructible” y definitiva la ciudad que “descenderá del cielo,” cuando Dios así lo establezca; y, llevará su nombre como “La Nueva Jerusalén” (Apocalipsis 21:2).  
           

                                                                 FIN