La caravana continuó su rumbo

Así fue como la caravana inició de nuevo el camino. Los camellos con sus grandes cargamentos; los rebaños, cuyos balidos y gritos cundían el ambiente; las mujeres orientales, con una actitud de tristeza ante la sentimental “despedida” de parte de sus familiares y la gente de su tierra; y el presentimiento de la posibilidad de peligros y desastres. Es probable que Sara se sintiera triste y manifiestara cierta renuencia ante la incertidumbre de la nueva jornada. En cambio, Abraham no vacilaba en nada. No se le veía manifestar sombra alguna de duda o incredulidad. “Estaba  plenamente convencido de que [Dios] era también poderoso para hacer todo lo que había prometido.”  
   ¡Qué fe tan gloriosa! “Una fe activa; fe con grandes posibilidades; la firme decisión” de emprender la marcha con las órdenes selladas, que era señal de una confianza inconmobible en el amor  y la sabiduría del altísimo y soberano Dios que lo había llamado. Una actitud  voluntaria y decidida que lo llevaba a levantarse, dejarlo todo y seguir al Señor, absolutamente seguro de que lo mejor de esta tierra no se compara ni siquiera con las más pequeñas cosas del cielo.
   3. Finalmente, la obediencia de Abraham fue total. “Salieron para ir a tierra de Canaán; y a tierra de Canaán llegaron”  ( Génesis 12:5 ). Por muchos días, después de dejar la tierra de Harán, lo único que podían contemplar con su fatigada vista era la monotonía del interminable desierto. Los camellos dejaban impresas en la blanca arena las marcas de sus pisadas, mientras que los rebaños se alimentaban escasamente con la amarillenta hierba que hallaban esparcida en el camino. 
   Hubo un solo punto en el cual los peregrinos pudieron detener su marcha. Esto es en el  oasis donde se alza hoy la ciudad de Damasco, donde existía en aquel entonces un lugar cómodo y acogedor que invitaba a los viajeros a detenerse y descansar. Una aldea ayacente a“Damasco” lleva hasta el día de hoy el nombre del patriarca. También se encuentran trazos de la“emífera estadía de Abraham” en este lugar y el nombre de su siervo preferido y de confianza, el “damasceño Eliezer,” de quien hemos de referirnos más adelante.
   No obstante, Abraham no intentó establecerse en Damasco. No podía sentir que aquél fuera el lugar que Dios había escogido para él y su familia. Por lo tanto, pronto lo vemos nuevamente en marcha hacia Canaán, adonde deseaba llegar lo más pronto posible. Nuestro principal objetivo en la vida debe ser seguir siempre la voluntad de Dios y andar por la senda que El ha dispuesto para nosotros. Las cosas marchan bien cuando el peregrino, cuya morada permanente es el cielo, obedece de manera meticulosa las extremas demandas de Dios. Si usted se dirige en este momento hacia la tierra de Canaán, no se detenga hasta llegar a ella. Cualquier actitud de desobediencia deja totalmente sin valor todo lo que se haya hecho previamente. El Señor Jesucristo ha detenerlo todo; y todas sus demandas deben ser acatadas al pie de la letra. “No son imposibles de realizar.” 
   Por lo tanto, obedezca a Cristo sin demora y sin reservas, convencido de que si él ordena andar por valles desconocidos, no será por equivocación, sino más bien por alguna legítima y justa razón, la cual no le permite tratarlo de otra manera, y para la cual también tendrá una explicación mucho antes de lo que se imagina.