El clan avanzó lentamente a través del valle del Eufrates, donde abundaban los pastizales y las fértiles praderas, hasta que por fin llegó a Harán, el punto desde el cual partían las caravanas que se dirigían a Canaán a traves del desierto. Allí acamparon y permanecieron hasta la muerte de Taré. ¿Se debió esto a que el anciano se encontraba muy cansado para seguir la jornada? ¿Le gustó tanto Harán, que no deseaba abandonarla? Cualquiera que haya sido la razón, la familia no siguió adelante en su peregrinación y probablemente, la obediencia de Abraham estuvo detenida por un período de quince años. Durante todo aquél tiempo, no hubo más órdenes ni promesas, ni santa comunicación entre Dios y su hijo Abraham.
“Una vez, muerto su padre, Dios lo trasladó a esta tierra” ( Hechos 7:4 ). Tenía que morir Taré para que Abraham pudiera reanudar la marcha por la ruta abandonada. Aquí quizá podamos hallar una solución a los misterios que aveces se nos presentan en las distintas maneras en que Dios trata con nosotros; quizá esto nos ayude a entender por qué no se realizan todas nuestras aspiraciones; por qué se trastornan nuestros planes, nuestros ingresos decaen y nuestros hijos se vuelven contra nosotros. Todas estas cosas han venido estorbando nuestro desarrollo y nuestro progreso en la vida cristiana; hasta que, por misericordia y para nuestro bien, aunque no lo comprendamos, Dios nos deja libres de todo estorbo.
2. La obediencia de Abraham fue posible solamente por la fe.
“Tomó, pues, Abraham a Sarai su mujer, y a Lot hijo de su hermano, y todos sus bienes que habían ganado y las personas que había adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán” (Génesis 12:5 ). Eso no era cosa fácil. Por la noche, mientras Abraham se paseaba,observando el firmamento y las estrellas, es probable que se sintiera desesperado y con inclinación a desistir del viaje; pero, la promesa firme de Dios venía a su memoria, y entonces se sentía obligado a obedecer. “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia” ( Hebreos 11:8 ). Los detalles del viaje no los sabía; pero le era suficiente saber que Jehová su Dios estaba con él. No se estaba apoyando en la promesa, sino en Dios, que se la había prometido. No tenía la vista fija en las dificultades, sino en el Rey de los siglos, inmortal e invisible el único y sabio Dios que le había marcado el camino y, sin lugar a dudas; iría con él hasta el fin.