La Epístola General de Santiago

No es motivo de extrañeza el que las epístolas dirigidas a iglesias particulares (y en especial una como la de Santiago, dirigida a creyentes israelitas esparcidos) fueran por mucho tiempo poco conocidas. La primera mención de ésta por su nombre, ocurre a principios del siglo tercero. Una prueba que fortalece su autenticidad se debe a que formaba parte de la antigua versión siriaca, la que   no contenía ninguno de los libros cuestionables (dudosos), fue admitida como canónica tanto por  las iglesias orientales como las occidentales, y así declarada por los concilios de Hipona y Cartago  (año 397dC). Esto es lo que había de esperarse; un escrito conocido sólo en parte al principio, con la posterior amplificación de su circulación y un conocimiento mejor de las pruebas de su reconocimiento entre las iglesias apostólicas las que tenían los hombres dotados de discernimiento de espíritus y capaces, por tanto, de distinguir entre los escritos inspirados y espúreos, llegó a ser aceptado universalmente. Tenidos un tiempo por dudosos, los libros disputados (Santiago,2Pedro,3Juan,Judas y Apocalpsis) al fin fueron universalmente reconocidos y aceptados; de modo que ningún argumento a favor de los Apócrifos del Antiguo Testamento puede deducirse del caso de aquéllos; en cuanto a éstos, la iglesia judaica no tenía duda alguna; los tenía siempre por no inspirados.
   La objeción de Lutero a esta carta (“epístola de paja, y desnuda de todo carácter evangelico”) se debió a una idea errónea de que el capítulo dos se opone a la doctrina de la justificación por la fe, y no por obras, enseñada por el apóstol Pablo. Pero los dos apóstoles, contemplan la justificción del creyente de dos puntos de vista diferentes. El error que éste refuta (Lutero) era la noción judaica de que la posesión y conocimiento de la ley de Dios los justificara, aun cuando la desobedecieran (Romanos 2:17-25). Santiago 1:3; 4:1,12, alude a  Romanos 5:3 ; 6:13 ; 7:23 ; 14:4. Santiago 2:1-26 hablando sobre la “justificación”, parece citar a la enseñanza de Pablo, con el propósito de corregir falsas ideas judaicas de una categoría diferente de las que Pablo corregía, sin ser ignoradas las mismas por él tampoco ( Rom. 2:1-29 ). 
 El apóstol Pablo en (Gálatas 2:9) pone en orden los nombres como se encuentran en las epístolas “Jacobo (Santiago) Cefas (Pedro) y Juan”. El Jacobo (Santiago) que escribió esta epístola (según los escritores más antiguos) es llamado por Pablo “el hermano del Señor” (Gálatas 1:19). En el Libro de los Hechos, el Jacobo que fué puesto frente a la iglesia de Jerusalén después de la muerte de Jacobo “hijo de Zebedeo y hermano de Juan”, no es el mismo Jacobo “hijo de Alfeo y María hermana de María madre del Señor”. No se menciona como uno de los hermanos del Señor en Hechos 1:14; sino que aparece como uno de los “apóstoles” (Gálatas 1:19). Se le conoce como el menor (Marcos 15:40), para distinguirlo de “Jacobo, hijo de Zebedeo”. Alford escritor Bíblico considera a Jacobo, el hermano del Señor, autor de la epístola, como el mayor de los hijos de José y María, después del nacimiento del Señor Jesús (Mateo 13:55), y afirma que Jacobo “hijo de Alfeo” se distingue por el sobrenombre de “el menor”. Sus argumentos contra la identificación del hermano del Señor, obispo de Jerusalén, con el apóstol, Jacobo el menor, son: (1) Los hermanos del Señor no creían en él en un tiempo posterior al llamamiento de los apóstoles, y por lo tanto, ninguno de ellos podía ser de los apóstoles (pero se deduce de Juan 7:3-5, que ni uno de ellos creyera) ; (2) La comisión apostólica fué de predicar el evangelio por todas partes, no de ser obispos en localidades particulares ( pero es improbable que fuera obispo de Jerusalén uno que no fuese apóstol, al cual aun los apóstoles rindiesen diferencia (Hech. 15:13-19 ; Gálatas 1:19 ; 2:9,12. La última orden del Salvador de predicar el evangelio por todas partes, no es inconsecuente con que cada uno tuviese una esfera particular de acción, en donde fuese obispo y misionero, como se dice que Pedro lo fué en Antioquía). Como recordamos es Pablo quién lo nombra “el hermano del Señor” el cual hubiera usado otro término para expresarse. Pablo distingue “a los hermanos del Señor” de los   “demás apóstoles”, entre los cuales los reconoce por destacados dirigentes (1 Cor. 9:5 ), y a uno de ellos por  “columna”  a la par de Pedro y Juan  (Gálatas 2:9). Igualmente los “distingue Lucas” (Hechos 1:13,14) y los evangelios. El Señor dispuso una gracia especial apareciendole a “Jacobo” (1 Cor. 15:7 ) como la tuvo con Pablo, y los preparó a “ambos”  para un “apostolado”  especial.