La verdadera fe

 Lo que es cirto de las cualidades naturales del alma, es también preeminentemente cierto de la fe. Mientras permanezcamos inertes reposados en medio de las circunstancias más favorables y tranquilas, “la fe dormirá dentro de nosotros como un músculo atrofiado.” En cambio, cuando nos vemos sacados de estas circunstancias, sin poder acudir más que a Dios, entonces la fe crece a pasos agigantados y se hace el principio rector de la vida, resistente como un cable de  acero y fuerte como un roble. 
   Mientras el ave se entretenga dando vueltas alrededor del nido, nunca disfrutará el placer de volar. Mientras el muchacho se quede a la orilla o sólo llegue hasta donde pueda tocar el  fondo con las puntas de los pies, no podrá experimentar el éxtasis de batirse con las olas del mar. Abram nunca hubiera llegado a ser Abraham, el padre de todos los creyentes, el poderoso ejemplo de la  fe, si se hubiera quedado a vivir toda su vida en Ur.  No;  él necesitaba  arriesgarse a salir  rumbo a lo  nuevo y desconocido, para que su fe se pudiera elevar hasta sus más gloriosas dimensiones de su alma.   
   Es probable que no nos sea necesario separarnos  de nuestro hogar y de nuestros  amigos; pero tendremos que quitar de nuestro corazón la dependencia más profunda de todo apoyo y  sostenimiento terrenal, si queremos llegar a saber algún día lo que significa confiar única y absolutamente en el Dios Eterno.  
   El llamamiento fue sabio para el bien del mundo. Sobre este solo hombre descansaba la esperanza del futuro del mundo. Si él hubiera permanecido en Ur, sería imposible decir si hubiera podido permanecer fiel, o si hubiera sido seriamente infectado por la idolatría que lo rodeaba. ¿No fue sabio, entonces, que fuera desprendido de su hogar y de todas sus relaciones terrenales, para encontrar un nuevo punto de partida religioso  (La religión bíblica es primordialmente  algo del corazón y de la vida y no del ritual ) para la raza humana ? 
   Es imposible que nos libremos de la influencia de nuestro mundo si vivimos bajo la presión  del mismo; pero cuando nos hayamos levantado para salir, en obediencia al llamado de Dios, y ya nos hallemos fuera de su dominio, podremos reaccionar en su contra con un poder irresistible.  Arquímedes (científico) se jactaba de que sería capaz de mover al mundo si le  permitían  contar con un punto de   apoyo que se hallara fuera del mismo, para usar una palanca. Así que no se sorprenda si Dios le manda salir del  mundo para que forme parte de su pueblo escogido y manifestar a  travez de  usted su maravilloso poder en este gran mundo confuso de los humanos.
   3. Este llamamiento se hizo acompañar de una promesa. Las órdenes de Dios no siempre van acompañadas de razones, pero sí las acompañan promesas, sean expresas o sobreentendidas.  Así como la cáscara encierra la nuez, de la misma manera los mandatos divinos albergan en su corazón las promesas de nuestro Dios. Si el mandato dice: “Cree en el Señor Jesucristo”,  la  promesa es: “Serás salvo”. Si el mandato es “dejar padre, madre, casa y posesiones”; la promesa es: “Tendréis cien veces más aquí, y después en la vida eterna”. Si el mandato es:  “Salid de en medio de ellos”, la promesa es: “Yo os recibiré, y seré vuestro Dios”. Así ocurrió en este caso:  Aunque no tengas hijos, haré de tí una nación grande; aunque tengas que alejarte de tu propia familia, en ti serán benditas todas las familias de la tierra. Cada una de estas promesas se cumplieron al pie de la letra.