Un Banquete en la Tormenta. Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos a que comiesen, diciendo: Este es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. Por tanto, os ruego a que comáis por vuestra salud; pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá. “Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, y partiéndolo, comenzó a comer, entonces todos con mejor ánimo, comieron también. Lucas nos indica que en la nave habían docientas setenta y seis personas.
El naufragio. Los fuertes vientos y el fuerte oleaje prácticamente habían destruído la nave. Cuando se hizo de día no reconocían la tierra (poca visibilidad), pero veían una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar, si pudiesen controlar lo que quedaba de la nave. Cortaron las anclas y las tiraron al mar, largando las amarras del timón; e izada al viento la vela de proa (lo único que quedaba en la nave), enfilaron hacia la playa. Pero dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave; y la proa, hincada, quedó inmobil, y la popa se habría con la violencia del mar. Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugase nadando. Pero el centurión queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que pudiesen nadar se echasen primero, y se fuesen a tierra; y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. “Y así aconteció que todos aquellos docientos setenta y seis náufragos llegaron a tierra sanos y salvos por la Gracia de Dios.”