Sin embargo, no se quedó allí por mucho tiempo, sino que prosiguió un poco adelante, hasta un lugar situado entre Bet-el y Hai, donde había una llanura extensa y bella que constituía uno de los mejores lugares de pastos de esa región.
Tres cosas pueden atraer nuestra atención en este lugar: “La tienda, el altar y la promesa.”
1. La tienda. Abraham debe haber tenido unos setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. Cuando murió, tenía ciento setenta y cinco años (Génesis 25:7). Todo ese siglo intermedio lo pasó mudándose de un sitio a otro y habitando en una sencilla tienda, hecha probablemente de pelo de camello. Esa tienda no era más que un perfecto símbolo del espíritu del patriarca.
Abraham se matuvo siempre apartado de la gente que poblaba aquellos lugares. No se quedó a vivir en un solo lugar, sino que estuvo trasladándose constantemente de un lugar a otro. La tienda cuya estructura no requería de cimientos y que podía ser plantada y desarmada en pocas horas,era el mejor símbolo de su estilo de vida.
Hasta el final de su vida, Abraham habitó en tiendas. De una tienda sacaron sus restos mortales para que reposaran junto a los de Sara en la cueva de Macpela. “Por la fe habitó como extrajero ... morando en tiendas...porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos” (Hebreos 11:9-10). Morar en tiendas es algo típico de aquellos que saben que su herencia está más allá de las estrellas.
Es cosa de primordial importancia que los hijos de Dios lleven este tipo de vida de separación, como testimonio ante el mundo. ¿Cómo nos puede creer la gente cuando hablamos de nuestra esperanza, si ésta no es capaz de desprendernos de la entrega excesiva a las cosas que nos rodean?
No debemos seguir así. Muchos cristianos profesantes se encuentran muy involucrados en los negocios de la vida, en los placeres, en la lujuria y en la autocomplacencia. Hay muy poca diferencia entre los hijos del reino y los hijos del mundo.
¿Cómo podemos cambiar este estado de cosas? ¿Debemos pronunciarnos en contra de la forma de vida actual? ¿Debemos criticar la mundalidad de nuestros tiempos? Esto no basta para lograr una corrección permanente. Sería mejor que pensáramos en los maravillosos colores y elementos de los que está hecha la ciudad que vio Juan. Descubramos por la fe las glorias del mundo que esperamos, y seguramente habrá cambios profundos en muchas vidas. Estos harán que surja una verdadera separación respecto del mundo, para llevar un tipo de vida que sacuda a los demás con la realidad de lo invisible, como ningún sermón lo podría hacer por elocuente y erudito que fuera.
2. El altar. Dondequiera que Abraham platara su tienda, allí también levantaba un altar. Mucho tiempo después de que la tienda había sido quitada, el altar de piedra aun permanecía allí, como un testimonio vivo de que allí había habitado este gran hombre de Dios.