Introducción
La evidencia interna es igualmente fuerte. Ni el Evangelio ni la Epístola se puede decir que sean imitación ; sin embargo, los dos, en estilo y modos de pensamiento, son evidentemente de la misma persona. Las notas individuales no son tan numerosas ni obvias como en los escritos de Pablo, como era de esperarse en una epístola general ; pero algunas concuerdan con la posición de Juan. Presupone su apostolado, y acaso alude a su evangelio así como al vínculo afectuoso que lo ligaba como anciano y pastor a sus “hijos” espirituales; y en los caps. 2:18,19 y 4: 1-3, alude a los falsos doctores como conocidos por sus lectores; y en el cap. 5: 21 los amonesta en contra de los ídolos del mundo que los rodeaba. No es objeción en contra de su autenticidad el que aparezca en ella la doctrina de la palabra, o la Divina Segunda Persona (Cristo), que existía en la eternidad y en su debido tiempo fué hecha carne, en oposición a los docetistas del siglo segundo, los que negaban que nuestro Señor viniese en carne, y sostenían que vino sólo en una semejanza externa; porque la misma doctrina aparece en Colocenses1:15-18 ;1Timoteo 3:16 ;Hebreos 1:1-3; y los gérmenes del docetismo, no bien desarrollados existían en el primer siglo, pero vinieron a manifestarse en el segundo siglo de nuestra era. El Espíritu Santo, por medio de Juan, pone sobre aviso a la iglesia de antemano (un siglo antes) en contra de la furura herejía.
Esta epístola parece haber sido escrita subsecuentemente a su evangelio, es posible que los lectores tenían conocimiento de los hechos sucedidos y comentados en el evangelio, y las enseñanzas espirituales predicadas por el Señor Jesús. El tono de sus palabras, como de un padre que habla a sus “hijitos”, (frase repetida varias veces) concuerda con la idea de que esta epístola fué escrita en la ancianidad del apóstol Juan, alrededor del año 90dC. En el cap. 2:18, “es la última hora”, probablemente no se refiere a evento particular alguno, como la destrucción de Jerusalén, porque ya había sucedido varios años atrás, sino que se refiere a la proximidad de la venida del Señor, comprobada por el surgimiento de los anticristianos, la señal de los últimos tiempos. Ha sido siempre el propósito de Dios el de tener a la iglesia a la expectativa de la venida del Señor Jesús, y dispuesta en todo momento a su triunfal retorno. Toda la edad cristiana significa “ el último tiempo ” en el sentido que no habrá otra dispensación antes de que el Señor venga.